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lunes, 19 de septiembre de 2011

Prensa 19 septiembre

¡Tómeselo con calma! Puede ganar más


Para llegar antes no hace falta correr. La prisa no conduce a ningún sitio y, lo que es peor, no favorece la productividad. Poner freno a esta actitud evita caer en la adicción al trabajo y ayuda a ser más eficaz porque, a veces, pararse y reflexionar puede ser muy rentable.

El viejo dicho ‘vísteme despacio que tengo prisa’ se le atribuye al emperador Augusto, quien solía increpar a sus servidores diciéndoles ‘apresúrate lentamente’. Esta evidencia bien se puede aplicar a los tiempos más modernos. Somos adictos al teléfono, al correo electrónico, a las redes sociales y estamos completamente seducidos por lo inmediato y por la multitarea... Lo de ir despacio no encaja en el ritmo frenético diario y el afán por hacerlo todo se convierte en el peor enemigo de la productividad. A veces, apresurarse lentamente tiene sus ventajas.

Fernando Botella, CEO de Think & Action, menciona al profesor Clifford Nass, de la Universidad de Stanford, quien ha demostrado que las personas multitarea son menos productivas: “Son personas más entrenadas a cambiar de foco rápidamente, pero cuando tienen toda la información delante, no saben separar ideas con rapidez, pierden memoria y su cerebro se equivoca con más facilidad. Se ha comprobado que al ser forzados a realizar múltiples tareas, el procesamiento mental se traslada del hipocampo –zona responsable de la memoria– al estriato –región que se ocupa de las tareas de rutina–, perdiendo impacto sobre lo que estamos realizando”.

La prisa y querer hacerlo todo no conduce a nada. Por este motivo cada vez son más las personas que han decidido apuntarse al 'slow down', una filosofía de trabajo y de vida que supone detenerse un momento y disfrutar de un presente prolongado. Eso sí, compaginándolo con un estrés positivo. Pero, que los perezosos no abriguen esperanzas. No se trata de hacer menos, sino de aplicar la racionalidad y gestionar el tiempo y el volumen de trabajo desde la responsabilidad.

El cambio

Joan Daura es socio de PwC y advierte que tenemos una cultura en la que las situaciones son acumulativas, no sustitutivas: “Cuando un profesional asciende, le cuesta abandonar sus actividades anteriores y eso genera ansiedad y estrés que puede llegar a bloquear. No caer en el caos pasa por ordenar las tareas en tiempo y delegar de manera justa y adecuada. El resto es un cambio de filosofía vital que, en algunos casos, requiere la ayuda de un coach”. Algunas de las pistas que ofrece Daura para alcanzar el equilibrio son “buscar la eficiencia en lo que se hace, conocer el valor de quien lo recibe y dedicarle más tiempo a aspectos personales que generen equilibrio físico”.

Diego Martos, director de Di Towanda, afirma que “el cambio pasa por darse cuenta del ritmo que se necesita en cada momento y, con esa información, saber autogestionar los momentos de exceso trabajo. El segundo factor consiste en reinvindicar una nueva escala de valores basada en trabajar para vivir y vivir para trabajar. No es un lema porque se puede llevar a la prácticas”.

La reflexión

A menudo se trata de una cuestión mental. Así lo explica Rafi Santos, presidenta de la Fundación Humanae y neuropsiquiatra: “Hay que reducir la actividad mental. Si existe prisa y estrés la atención se dispersa y el rendimiento es menor. El 80% de nuestra productividad se consigue en el 20% del tiempo. No se trata de trabajar más horas. Diez minutos de reflexión al empezar al día, para identificar qué es lo urgente y lo realmente importante, puede aumentar la productividad”. Douglas McEncroe, director de Douglas McEncroe Group, asegura que “llenamos nuestra jornada laboral de tareas que ni sirven ni aportan nada a nuestro trabajo. Perdemos más del 20% del tiempo en solucionar asuntos urgentes que, realmente, no son importantes para cumplir los objetivos. Hay que trabajar la asertividad y aprender a decir no”.

Para ganar en eficacia Santos recomienda contar con lo que denomina “pistas de frenado” tales como, desconectar realmente los días de descanso, aprender a dormir bien y tratar de regular el sueño. Recuerda además, que somos nosotros los que debemos llevar las riendas de la vida y del trabajo, “no hay que dejarse arrastrar”.

Sin embargo, en algunos casos resulta inevitable. Héctor Infer, director de Transform Action, dice que “nos movemos por miedo a la carencia, por no tener trabajo o sustento. Muchas personas piensan que la vida es una jungla y reaccionan, no actúan.Todo está dentro de los profesionales que no dicen lo que piensan por miedo y no piden ayuda porque quieren ser fuertes”. A la larga, esto desemboca en una ansiedad, en un estado neurótico que destruye, porque nada parece suficiente para sobrevivir. Infer anima a los profesionales a despertar de esa neurosis, conectar su vocación con la actividad, “de esta manera se consigue la libertad y la confianza y se siente el trabajo como algo propio. Pero para ello hay que ser consciente de la situación y decidirse a cambiar”. Porque, como concluye Botella: “Quien sólo trabaja, trabaja peor”.



¿Compensa ser un 'trabajador extremo'?


Jornadas laborales que superan las 70 horas semanales, flujos de actividad impredecible, viajes frecuentes... Son algunas condiciones de una especie profesional para la que el trabajo es una prioridad frente a las relaciones sociales, familiares o la propia salud. La situación económica, además, incrementa las exigencias por parte de las empresas. La inseguridad lleva a la resignación y a la sumisión.

Robert Frank, articulista de The Wall Street Journal, contaba en cierta ocasión la experiencia de una cena en casa de un alto directivo en California: "Durante las dos horas que estuve en su casa, atendió seis llamadas en su teléfono móvil, envió 18 correos electrónicos, y estuvo dándole vueltas a un par de nuevas ideas de negocio... Al finalizar la velada, mientras apuraba su último sorbo de vino, me dijo que le resultaba muy agradable poder disfrutar de una cena relajada".

Quizá no se lo haya planteado todavía, pero es hora de que se pregunte si es usted un trabajador extremo. No se trata de que ocupe un puesto arriesgado, de que su profesión sea peligrosa o desarrolle su vida laboral en un país conflictivo. Entre los pasajeros del vagón de tren o de metro en el que acude cada día al trabajo puede haber un buen puñado de trabajadores extremos, embozados tras un periódico o consultando su dispositivo móvil, si es que la conexión lo permite...

Si está sometido a un ritmo de trabajo vertiginoso con plazos muy ajustados para todo y a un flujo impredecible de actividad, manteniendo jornadas de entre 70 y 120 horas semanales; si está obligado a viajar constantemente por cuestiones profesionales o a acudir con frecuencia a eventos relacionados con su trabajo más allá de las horas de oficina, tiene usted todas las papeletas para ser considerado como un empleado extremo, una especie laboral para quien el trabajo es una prioridad frente a las relaciones sociales o la propia salud. Un estudio de la consultora Catalyst, junto con la Brandeis University de Estados Unidos, revela que un 69% de aquellos que mantienen trabajos extremos reconoce que estos minan su salud; un 46% admite que suponen un obstáculo crucial en su matrimonio; y un 58% cree que su actividad profesional dificulta su relación con los hijos.

En realidad, casi el setenta por ciento de los trabajadores extremos asegura que está dispuesto a sacrificar su bienestar y su vida social, aunque un 36% cree que no podrá mantener ese estilo de vida durante más de un año. Montse Ventosa, fundadora de Sticky Culture, considera que la filosofía del trabajador extremo no es sostenible: "Ahora muchas empresas se aprovechan de la situación para presionar a sus empleados. Así no se rinde al cien por cien; no se puede ser plenamente productivo, porque la persona no está centrada ni equilibrada. Muchos de los que se encuentran en esta situación acaban haciendo downshifting". Estos downshifters son lo contrario a los workaholics de toda la vida, los adictos al trabajo, ya que el downshifting es propio de aquellos que llegan a la conclusión de que no merece la pena trabajar semejante número de horas, porque lo que se obtiene a cambio es difícil de disfrutar. Para ellos no hay dinero ni ascensos que compensen el tiempo no ocupado en otras actividades, así que abandonan y simplifican su vida al máximo.

Una realidad de miedo

Ovidio Peñalver, socio director de Isavia Consultores, explica que, desde el punto de vista del empleado o asalariado, "la realidad actual se impone: el paro sube; los mercados muestran una gran inestabilidad... Se instala el miedo a perder el trabajo o a no encontrar uno nuevo, y todo esto provoca resignación y sumisión, que desgasta la autoestima de la gente y lleva a la inseguridad".

Peñalver cree que, desde la perspectiva del empresario, "el que es jefe tiene miedo a sobrevivir a esta crisis. Se pide y se exige a los empleados de una forma desmedida porque 'así tiene que ser'. Se oyen argumenos del tipo 'esto es lo que hay para mantener el trabajo' o 'por menos, otros lo harían igual o mejor que tú'". El experto concluye que "en este escenario se genera un caldo de cultivo propicio para la pseudoexplotación y el semiesclavismo, porque el miedo genera aceptación y complicidad".

José María Gasalla, profesor de dirección de recursos humanos de Esade, recuerda que "cada realidad exige nuevos objetivos y modelos de gestión: hemos evolucionado en los últimos cien años de jornadas de diez horas hasta las de siete u ocho horas, pero eso se puede mantener en un sistema económico que consiga una productividad determinada. En la situación actual, la competencia global aumenta, se exige más productividad y rentabilidad y se responde con reducción de costes, y uno de los más permanentes es el laboral. Las empresas reducen personal para hacer lo mismo con menos gente. Seguimos utilizando los recursos humanos, incluso manipulando. En tiempos de crisis, los modelos de conciliación e igualdad pasan a un segundo plano". Gasalla advierte que "hoy nos encontramos en una situación especial. Cabe preguntarse si se trata de algo transitorio o si marcará la pauta en el futuro y se convertirá en un modelo, pero aunque nos pueda parecer que estamos al borde de un precipicio, merece la pena no seguir mirando todo el tiempo el corto plazo".

Ovidio Peñalver critica también esa búsqueda del corto plazo y de la mera supervivencia, que lleva al estrés colectivo mantenido. Es algo que pasará factura en forma de enfermedades, conflictividad o falta de productividad a largo plazo.

Aunque algunos estudios aseguran que aquellas personas que se marcan objetivos ambiciosos tienden a estar más satisfechos que los que se conforman con expectativas más bajas, lo cierto es que en situaciones de tensión colectiva hay gente que se crece. Peñalver hace referencia al estilo yuppie de la década de los 80, ejemplificado en el Gordon Gekko de la película Wall Street. El propio Gekko sostenía que "lo extremo está bien. Lo extremo funciona. Lo extremo es esclarecedor, va al grano y captura la esencia del espíritu evolucionista. La avidez, en todas sus formas –por la vida, por el dinero, por el amor, por los conocimientos y la sabiduría– ha constituido el motor que ha hecho avanzar a la humanidad".

Peñalver explica que "el caldo de cultivo mencionado anteriormente genera este tipo de perfiles profesionales extremos, que gustan de una cierta erótica de sobrevivir en este entorno, algo que le va sólo a unos pocos".

El socio director de Isavia concluye que "debemos reflexionar qué estilo de vida queremos tener dentro de cinco años, cuál es nuestra misión y qué valores perseguimos".Gasalla coincide en que "todos queremos sentirnos queridos y valorados. Debemos ser serios en nuestros planteamientos y saber lo que queremos y podemos en cada momento".

Para Peñalver, resulta fundamental preguntarse para qué quiero trabajar; qué quiero conseguir con mi trabajo, y cuánto necesito para vivir digna y decentemente: “reflexiona primero, y actúa después. No dejes que te exploten. Deja de ser víctima y hazte protagonista de tu propio destino”.



Las mujeres en los puestos de poder de las empresas catalanas


Las empresas catalanas que cotizan en bolsa disponen de casi 300 asientos en sus consejos de administración pero sólo veinticuatro están ocupados por mujeres. ahora, la presencia femenina se acerca al 10%, hace cinco años, era inferior al 2%.

El rumbo de la mayor parte de las grandes empresas catalanas está en manos de las 288 personas que ocupan los asientos de los consejos de administración de las 28 empresas que cotizan en el mercado continuo y en los corros de la bolsa. Sólo 24 de estos asientos pertenecen actualmente a mujeres, lo que sitúa la presencia femenina en los consejos de las cotizadas por debajo del 9%. En general, las empresas que han abierto la puerta de su principal órgano de gobierno a las mujeres, han acabado incorporando a más de una, pero aún hay doce compañías cotizadas que no tienen ninguna consejera.

La salida a bolsa de Criteria –hoy CaixaBank– en 2007 contribuyó a elevar el porcentaje de mujeres en las cotizadas. En 2006, solo había tres ejecutivas en las empresas catalanas del continuo: Pilar Garrigosa, en Indo; Carmen Escaseny, en Miquel y Costas, y Carmen Godia, en Abertis. Sólo esta última conserva su cargo, que ostenta desde 2005.

Hoy, CaixaBank es la cotizada con más presencia femenina en su consejo de administración. Cuenta con cuatro directivas, que ocupan el 22% de los asientos disponibles en el consejo. Se trata de Isabel Estapé Tous, Immaculada Juan Franch, Maria Dolors Llobet y Susana Gallardo, que reparte su tiempo entre CaixaBank; Pronovias –la empresa que preside su marido, Alberto Palatchi– y Landon, la sociedad de capital riesgo del family office de la familia Gallardo.

Pluralidad

Otra entidad financiera, Banco Sabadell, cuenta con dos rostros femeninos conocidos en su consejo: Sol Daurella, vicepresidenta y consejera delegada de Cobega, concesionaria de Coca-Cola en España; y Teresa García-Milà, catedrática de Economía en la Universitat Pompeu Fabra. Cementos Molins, Aigües de Sabadell y Renta Corporación también cuentan con más de una consejera, mientras que grandes grupos como Gas Natual, la farmacéutica Almirall y la cervecera Damm no han incorporado mujeres a sus consejos de administración.

Aurora Catà, socia de Seeliger & Conde, abandonó hace un año el consejo de la firma de servicios de reprografía digital Service Point y, actualmente, es consejera del grupo Antena 3. Aunque no es una empresa catalana, está participada por el grupo Planeta. Eccowood, la firma de explotación forestal, ha visto reducida su cuota femenina en el consejo después de que su presidenta, Yolanda Bassat Orellana, haya abandonado el cargo.

Según Susana Gallardo, la presencia femenina en los órganos de decisión de las cotizadas es similar a la que existe en el mundo empresarial español. La Cámara de Comercio de Barcelona calcula que sólo el 8,8% de los cargos de máxima decisión de las 400 mayores empresas catalanas está en manos de mujeres y que el avance femenino en los últimos diez años ha sido “escaso”.

Atribuye esta realidad a la poca flexibilidad laboral de las empresas, en las que aún se prima el número de horas que uno pasa en el despacho pese a que la productividad es baja. Según Gallardo, en un contexto como este “aunque las cuotas de género no son ideales, al menos contribuyen a pensar en las mujeres”. Sol Daurella suele mostrarse contraria al sistema de cuotas y considera prioritario que se consolide un sistema que permita a las mujeres compatibilizar de forma más efectiva su vida personal y profesional.

La Cámara de Comercio calcula que el 70% de las mayores empresas no tiene a ninguna mujer en sus principales órganos de gobierno y que el avance de la presencia femenina al frente de las grandes empresas catalanas ha sido “escaso”.

Comparativa

Un estudio elaborado por la consultora McKinsey compara la presencia femenina al frente de las empresas españolas con la del resto de países europeos. El único con menor presencia de mujeres en los puestos de poder empresarial es Italia, con alrededor del 3%, mientras que en Suecia los cargos en manos de mujeres superan el 25% y, en algunas empresas e instituciones políticas, alcanzan la paridad. Además, destaca que la tasa de empleo de mujeres que han sido madres es del 78% en el país escandinavo, mientras que en España sólo alcanza el 42%.

En el caso de las empresas catalanas, la Cámara de Comercio concluye que el porcentaje de mujeres directivas es inversamente proporcional al tamaño de la compañía. Mientras que alcanza el 9,3% en el caso de las empresas que facturan entre cien millones y 500 millones de euros, se reduce hasta el 6,6% en los grupos con ingresos de explotación superiores a los 1.000 millones. Considera que la menor presencia de consejeras y primeras ejecutivas en las empresas cotizadas se debe a que “los lazos familiares son más débiles en las compañías con presencia en el parqué”.

Por sectores, las firmas de servicios financieros son las que cuentan con más presencia femenina (13,4%) en los cargos de mayor relevancia, mientras que en las empresas energéticas, esta cifra se reduce hasta el 1,3%.



El Ibex 35 vuelve a perder más del 2%


Las aguas siguen revueltas tras la infructuosa reunión de este fin de semana en Polonia y la quiebra de Grecia sigue planeando sobre los mercados, que han comenzado la sesión con fuertes descensos. El selectivo de la bolsa española retrocede otra vez más del 2%, tras empezar la sesión perdiendo casi un 3%, y lograr recortar las caídas poco después. El euro cae cerca del 1% y se cambia a 1,36 dólares.

El cierre semanal de los índices europeos y estadounidenses dejaba abierta la posibilidad de que el rebote tenga continuidad, pero los inversores han mostrado su descontento por la falta de progreso a la hora de resolver los problemas de deuda europeos.

"Ante la falta de certeza respecto al siguiente tramo de ayuda de rescate de Grecia, el mercado vuelve a reflexionar sobre el impacto de una quiebra en los mercados mundiales y ese planteamiento por sí solo es suficiente para llevar a los inversores a buscar efectivo", señala IG Markets.

La agenda

Comienza oficialmente la campaña de resultados de las compañías en Estados Unidos, aunque ya la semana pasada Research in Motion se adelantó y ofreció unas cuentas que se quedaron muy por debajo de lo esperado por el mercado, lo que le llevó a sufrir un importante desplome en bolsa.

Entre las principales empresas que rinden cuentas esta semana, el martes será el turno de dos miembros del Nasdaq, Adobe y Oracle, junto a AutoZone y ConAgra en el S&P 500. El miércoles, conoceremos las cifras de otra compañía cotizada en el índice tecnológico, Bed Bath & Beyond, que rendirá cuentas junto a General Mills, mientras que el jueves será el turno de FedEx y Nike.

En el resto de parqués, la presentación de resultados será más tardía, con la excepción de Inditex en España, ya que la compañía presidida por Pablo Isla rendirá cuentas el próximo miércoles.

Además, será también una semana de importantes referencias macroeconómicas, con la mirada puesta sobre todo en los principales bancos centrales.



Wall Street cierra con un ascenso del 0,66 % en el Dow Jones de Industriales


Wall Street cerró hoy en terreno positivo por quinta jornada consecutiva y el Dow Jones de Industriales, su principal indicador, terminó con un ascenso del 0,66 % en un día marcado por la reunión del Eurogrupo en Polonia para abordar la crisis de deuda.

Ese índice, que agrupa a 30 de las mayores empresas cotizadas en Estados Unidos, sumó 75,91 puntos para terminar en las 11.509,09 unidades, al tiempo que el selectivo S&P 500 subió 0,57 % (6,9 puntos) hasta 1.216,01 enteros y el índice compuesto del mercado Nasdaq ganó 0,58 % (15,24 puntos) para terminar en las 2.622,31 unidades.

El parqué neoyorquino cerró con esos avances, con los que acumula alzas en todos los días de esta semana, en una jornada en la que los ministros de Economía de la zona euro, reunidos en la ciudad polaca de Breslavia, decidieron retrasar hasta octubre decidir si permitirá el sexto tramo de ayuda a Grecia.

Pese a la falta de decisiones de la reunión, la mayor parte de los componentes del Dow Jones terminaron en terreno positivo liderados por el fabricante de productos para el hogar Procter & Gamble (2,47 %), las tecnológicas Intel (2 %) e IBM (1,7 %), la aeronáutica Boeing (1,65 %) y el conglomerado GE (1,55 %), entre muchas otras.

En el lado de los retrocesos de ese índice destacaron la farmacéutica Pfizer (-1,84 %), los bancos Bank of America (-1,36 %) y JPMorgan Chase (-1,12 %).

Fuera de ese índice también bajaron otras entidades financieras como Wells Fargo (-0,95 %), Morgan Stanley (-0,84 %) y Goldman Sachs (-0,44 %), aunque lograron reducir significativamente los descensos de la jornada.

En el Nasdaq destacó el desplome del 18,99 % de las acciones que cotizan en ese mercado de la compañía canadiense Research In Motion, fabricante de la BlackBerry, un día después de anunciar que sus beneficios cayeron el 58,7 % en el segundo trimestre de su ejercicio fiscal 2012.

En ese mismo mercado el videoclub "en casa" Netflix continuó con la caída del jueves al ceder 8,31 %, afectado por la rebaja de sus expectativas de clientes tras la subida de tarifas que implementó recientemente.

Por otra parte, las acciones de clase A del grupo de inversión Berkshire Hathaway subieron 0,75 % tras anunciar que ha completado la adquisición de la química Lubrizol (-0,01 %) por 9.700 millones de dólares al recibir el visto bueno de las autoridades reguladoras.

En otros mercados, el petróleo de Texas bajó 1,61 % y cerró en 87,96 dólares, el oro subió hasta 1.814,7 dólares la onza, con lo que recuperó la cota de los 1.800 perdida la pasada jornada, el dólar subía frente al euro (que se cambiaba por 1,3784 dólares) y la rentabilidad de la deuda pública estadounidense a diez años bajaba al 2,05 %.



El Nikkei sube 195,3 puntos, el 2,25 por ciento, hasta 8.864,16 enteros


El índice Nikkei de la Bolsa de Tokio cerró hoy con una ganancia de 195,3 puntos, el 2,25 por ciento, y quedó en 8.864,16 enteros.

El índice Topix, que agrupa a todos los valores de la primera sección, ganó 16,37 puntos, el 2,17 por ciento, hasta 768,13 enteros.

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